martes, 16 de junio de 2009

LEISHMANIOSIS CANINA: ENFOQUE CLINICO


DISCURSO DE INGRESO COMO ACADEMICO CORRESPONDIENTE EN LA ACADEMIA DE CIENCIAS VETERINARIAS DE EXTREMADURA DE
Dr. D. ANTONIO BLÁZQUEZ MARTIN

CÁCERES 27 DE ENERO DE 2009

Excmo. Sr. Presidente, Excelentísimos e Ilustrísimos Académicos, Sras., Sres., compañeros, familia y amigos todos, quiero comenzar este discurso agradeciendo a todos vuestra presencia y el apoyo que me transmite la misma.


Como de bien nacido es ser agradecido, quiero comenzar con un pequeño y sincero homenaje de agradecimiento a aquellas personas responsables de mi presencia hoy ante Uds.


Quiero agradecer a mis padrinos, Dr. D. Julio Tovar, Dr. D. David Reina y Dr. D. Domingo Rosado la confianza que han depositado en mi persona. Espero que mi camino dentro de esta academia les recompense y por mi parte sepa devolverles el honor que me dispensa su amistad.


Quisiera tener un recuerdo muy especial a dos responsables directos de mi doctorado, mis directores de tesis que me apoyaron, ayudaron y me guiaron hasta hacerme alcanzar un reto que para mi era mera utopia, el Dr. D. Ignacio Navarrete y el Dr. D. Carlos Gomez Nieto. Desde el cielo y desde la tierra, espero haceros sentir orgullosos.


No quiero ni puedo olvidarme del verdadero motor que me ha impulsado a plantearme retos durante mi vida y que siempre ha estado a mi lado, en la sombra, pero sin poder disfrutar de los éxitos alcanzados, mi padre. Se que hoy en el cielo también los festejaras. Hay otras personas que me han ayudado en mi vida tanto personal como profesional, las que me sufren a diario y a las que solo les he podido devolver pequeños momentos de orgullo como el que compartimos, mis mujeres, mi mujer, mi madre, y mi hermana.


Por último agradecer a todos los compañeros Veterinarios con los que he tenido el privilegio de trabajar. De todos he aprendido algo, bueno o malo, a todos he intentado transmitirles lo poco que se, pero todos han colaborado en mi desarrollo como profesional y en forjar aquello que la facultad no te enseña.


Cuando tuve la notificación de mi propuesta de ingreso en esta Academia de Ciencias Veterinarias, después de los minutos de acaloramiento y de prurito orgulloso que me originó esta distinción, empecé a tomar conciencia de la responsabilidad que este nombramiento conlleva la cual empieza a manifestarse en la preparación de un discurso de ingreso.


Sentado delante de la pantalla de mí ordenador a esas horas de la noche en la que es mi única compañía, durante varios días he admirado el color blanco de la pantalla sin poder escribir más que mi nombre en el encabezamiento. Y en estas horas de reflexión en las que afloran aquellos pensamientos que tenemos dentro de la mente pero que nunca hemos manifestado me he planteado como he llegado aquí.


Si alguien me dice hace 21 años, cuando abandone mi querida facultad de Córdoba, que iba a conseguir ser doctor en Veterinaria y miembro de una academia de ciencias le hubiera contestado que se cuidara un poco y que hay muchas cosas en esta vida que reblandecen las neuronas y de las cuales deberia alejarse.


Pero aquí estoy, delante del más selecto auditorio que podia imaginar, arropado por los que más me han ayudado en mi vida y ahora más que nunca me reafirmo en lo que siempre he sospechado que soy: un simple clínico veterinario.


Siempre he pensado que nuestra bendita profesión es una amalgama de vocación, estudio, rigor y lógica, aderezado con intuición y tenacidad. Mezclar bien esta ensalada es el truco del buen clínico veterinario. Ojala algún dia puedan decir de mi que he cumplido con esta receta.
Llegado al punto de elegir el tema de este discurso muchas dudas me han surgido. Alguien me dijo que tenía dos opciones: hablar de aquello que dominas o de aquello que siempre has querido decir pero nunca has tenido oportunidad. He de reconocer que esta segunda opción es la que me atraía en un principio, hablar de mi visión de esta profesión, pero bien aconsejado he desistido en aras de que este momento de gloria no se transforme en un momento de crispación y acaloramiento.


¿Y que tema domino para poder hablar a tan selecto auditorio sin toparme con el ridículo? En este punto la pantalla de mi ordenador se tornaba cada vez más blanca. Pero el único tema que me venia a mi cabeza era una enfermedad de la que sé poco, de la que he aprendido mucho y me ha acompañado durante los momentos más importantes de mi profesión como clínico veterinario: la Leishmaniosis canina.


Sería una falta de respeto por mi parte no dedicarle este discurso, gracias a ella estoy aquí y gracias a ella he conocido a lo mejor de esta profesión. Me enfrento a ella cada semana por lo que supone un importante porcentaje de los casos clínicos que veo en mi clínica y por ende un porcentaje no despreciable de los ingresos con los que intento mantener a mi familia y a mis Veterinarios. Por estas y otras razones creo que se merece este bichito que yo tenga el privilegio de hablarles de él.


Por otra parte, creo que es una temeridad por mi parte hablar de Leishmaniosis ante un foro con algunos de los más pestigiosos expertos en este tema y con la proximidad de un centro de investigación donde llevan años trabajando e investigando sobre la patogenia y la prevención de la Leishmaniosis. Pero este es otro de los momentos de mi carrera en que me puede la tenacidad y la vocación y como diría un buen amigo “entro al trapo como los Miuras”.
Una vez decidido el tema con el que espero quitarles unos minutos de sus vidas he de decidir que enfoque quiero dar a mi charla.


Que nadie espere oir en estos minutos nada nuevo, ni frutos de investigaciones sesudas, solamente podre decirles y explicarles mis escasos conocimientos profesionales y reflexionar un poco sobre el enfoque que, según mi modesta opinión, los Veterinarios clínicos debemos dar a esta enfermedad.


Hace unos meses en un artículo publicado en la web de Veterinario.org, leí los problemas que estaban teniendo unos Colegas argentinos que habían optado por el tratamiento de una perra diagnosticada de Leishmaniosis canina y no recomendar a sus dueños la eutanasia del animal, acusándoles de tratar una enfermedad zoonótica “que no tiene curación”. Este artículo me tuvo unos días bastante preocupado y reflexivo. Hace pocas semanas en un foro similar, el director del Centro Nacional de Diagnóstico e Investigación de Endemo-Epidemias (Cendie) del Ministerio de Salud de la Nación e Investigador Conicet Red de Investigación de Leishmaniasis en Argentina (Redila), Dr. Daniel Salomón, pedía responsabilidad social para frenar a la Leishmaniosis.
En muchas conversaciones entre compañeros, en grupos de trabajo y en conversaciones de cafes en congresos, surge la discusión: “¿debemos tratar la Leishmaniosis o debemos eutanasiar?”, “es una enfermedad incurable”, “los tratamientos no funcionan y estamos creando reservorios del parásito”.


Esta discusión puede sonar anticuada y fuera de lugar, pero les aseguro que en cada paciente diagnósticado de Leishmaniosis me asalta esta duda.


Pero otro merito que le podemos achacar a esta enfermedad es que ha cambiado el enfoque de los clínicos ante enfermedades crónicas y ha aguzado el ingenio o la curiosidad por nuevas formas de control de este parásito. Los veterinarios clínicos han tenido que desarrollar su instinto y sus conocimientos para compaginar la salud de los humanos con un concepto que hasta hace poco era tabú en los animales: la calidad de vida. Somos veterinarios que nos debemos a nuestros pacientes pero sin olvidar que somos sanitarios y que nuestro objetivo primordial es la salud humana.


La leishmaniosis es conocida en España desde comienzos del siglo pasado siendo referido el primer hallazgo por Pitaluga en 1912. Un caso visceral humano de un niño que vivía en las cercanías de Tortosa.

A partir de la década de los 70, se empieza a observar un incremento progresivo y constante de esta parasitosis.

Las leishmaniosis han sido enfermedades de declaración obligatoria en España desde febrero de 1982 con 1.574 casos acumulados hasta 1995. Sin embargo a partir del 1 de julio de 1996, por el que se establece el nuevo sistema de vigilancia epidemiológica, ha pasado a ser de notificación regional. Se notifican aproximadamente unos 120 casos por año, lo que significa 0'3 casos por cada 100.000 habitantes, se trata de una enfermedad hipoendémica con una prevalencia con discreta tendencia al alza.

Al igual que manifestaba mi querido y admirado Dr. D. Ignacio Navarrete en su discurso de ingreso a la Real Academia de Ciencias Veterinarias de España, en absoluto estoy de acuerdo con las cifras que oficialmente se ofrecen. De hecho, existe una subdeclaración manifiesta, estimada para la leishmaniosis visceral entre el 25 y 40 % y casi el 100 % para la cutánea, al ser ésta de evolución benigna y recibir tratamiento, en la mayoría de los casos eficaz, en los centros de salud.

Cuado realizé mi tesis doctoral, intenté recabar información sobre casos de Leishmaniosis humana en mi zona de estudio y de trabajo, incluso pretendí realizar un estudio serológico con sueros sanguineos humanos para obtener más datos reales sobre la incidencia de esta enfermedad y su importancia zoonótica. No conseguí mi objetivo, pero sí evidencié en charlas con diversos médicos internistas que se diagnostican casos de leishmaniosis humana.

Tradicionalmente la leishmaniosis visceral humana de la cuenca Mediterránea ha afectado a niños de corta edad, sin embargo en los últimos 15 años se ha detectado un cambio espectacular en la epidemiología de esta parasitosis en el suroeste de Europa. Este cambio tiene que ver con la asociación entre las infestaciones por leishmaniosis y el SIDA.

Desde 1985 se han notificado más de 800 casos de esta coinfestación en el sur de Europa, de los cuales 400 pertenecen a España. La OMS estima que 1'5 a 9 % de todos los enfermos de SIDA del sur de Europa desarrollan leishmaniosis visceral. Pero aunque estemos ante una clara subdeclaración de casos de esta zoonosis, hemos de ser conscientes de que este bichito convive con nosotros y hemos de enfrentarnos a él.

P. Desjeux, miembro de la OMS, en el forum sobre Leishmaniosis celebrado en Sevilla en el año 2002, hablaba de la urbanización de las Leishmaniasis, señalando que los cambios ecológicos, demográficos y medioambientales relacionados con nuevos proyectos de desarrollo, urbanización y grandes movimientos de población están conduciendo a un aumento a escala mundial de consecuencias sanitarias adversas. Los aumentos en los factores de riesgo relativos a los cambios medioambientales naturales y a los causados por el hombre están convirtiendo la Leishmaniasis en un asunto de salud pública de interés creciente para muchos países del mundo.

Por lo que respecta a la prevalencia de la Leishmaniosis canina en nuestro pais, se estima entre el 8 – 9 % de media, destacando regiones donde la prevalencia puede superar los 16-17 % e incluso zonas concretas donde se han detectado prevalencias próximas al 25 – 30 %.

Pero como dato interesante debemos saber que en regiones endémicas como en la que nos encontramos se han puesto de manifiesto un 50 – 60 % de perros seropositivos pero que no presentan síntomas externos de la enfermedad. Entre estos perros asintomáticos, un 20 % presenta leishmanias en la piel, siendo estos animales los auténticos portadores del parásito y los que presentan un mayor riesgo epidemiológico.

La detección y control de estos perros portadores asintomáticos es el gran reto que tenemos los clínicos veterinarios para intentar controlar esta enfermedad.

En 1999, en un estudio realizado en la comarca tarraconense del Priorato (Fisa et al., 1999), se demostró que un 15% de perros infectados son capaces de recuperarse y eliminar los parásitos espóntaneamente.

Los perros sintomáticos van a desarrollar la enfermedad de manera más o menos rápida, influenciado por diferentes factores intrínsecos del perro y modificables por la instauración de un protocolo terapeútico apropiado.

Los Drs. Gradoni y Alvar (Gradoni et al., 1987; Alvar et al., 1994) demostraron que aquellos perros que reciben tratamientos con antimoniales en torno a un 70% responde clinicamente a la terapia, aunque menos de un 20% lo hacen de manera estéril, de manera que muchos van a sufrir recidivas y otros permaneceran infectados pero asintomáticos. Tanto en estos como en los que se reactiva el proceso se recobrará la capacidad infectiva hacia los flebotomos, por lo menos en un porcentaje de casos que podría rondar el 20- 30%. En estos últimos años estamos viendo que la enfermedad no es tan simple como aprendimos en la facultad, no se desarrolla igual en todos los animales y estas diferencias son las que debemos conocer para enfrentarnos a ella de manera correcta.

Y aquí es donde quiero centrar los minutos que nos quedan juntos, como nos enfrentamos o debemos enfrentarnos los Veterinarios clínicos a esta enfermedad.

Doy por sentado que el diagnóstico clínico de la enfermedad está suficientemente dominado por los clínicos extremeños y españoles pero hemos de recordar que la patogenia de esta enfermedad incluye una gran variedad de síntomas sin olvidar la presencia de casos asintomáticos como hemos señalado.

No debemos esperar que la enfermedad se nos manifieste sino buscarla, la primera batalla clínica la ganaremos con un diagnóstico precoz. En zonas endémicas como en la que nos encontramos, aunque podiamos incluir ya casi el 80 % del territorio nacional en este endemismo, los controles rutinarios de Leishmaniosis en perros sanos debería ser una práctica habitual en nuestras clínicas y hospitales.

En el mercado contamos con una gran variedad de kit de diagnóstico de fácil uso, rápidos y muy útiles, pero la mayoria de ellos y por ende la mayoria de los que se utilizan en la clínica diaria solo nos informan de la presencia o ausencia de anticuerpos de Leishmania en nuestro pacientes, es decir, si son positivos o negativos sin cuantificar el nivel de anticuerpos.

Considero que cuantificar el nivel de anticuerpos es muy importante tanto para determinar que pauta de tratamiento a instaurar como para monitorizar y controlar la efectividad de los mismos. Existen en el mercado diversos kit Elisa sencillos que permiten ser cuantificados mediante la lectura de los resultados con simples fotómetros, utilizables para otras técnicas diagnósticas habituales en clínica. Existen multitud de laboratorios de referencia donde realizar IFI con lo cual no es dificil ni costoso realizar esta cuantificación del grado de infestación que presentan nuestros pacientes. Las técnicas de biologia molecular o PCR estan aportando una gran ayuda en el diagnóstico de la enfermedad sobre todo a la hora de descartar falsos negativos.

Pero no solo nos vale saber si el animal está o no infestado. Antes de instaurar un tratamiento debemos de realizar otras pruebas al animal para tener más información sobre su estado patológico y poder evaluar si nos enfrentamos a un animal con probabilidades de éxito o abocado al fracaso terapeútico.

Debemos determinar tres parámetros sanguineos fundamentales: Urea, creatinina y proteinas totales. Evaluar el nivel de funcionalidad renal es importantisimo para saber si podemos instaurar un tratamiento con éxito o no.

En nuestra clínica tenemos protocolizado el diagnóstico de la leishmaniosis canina siguiendo los pasos descritos:
1. Serologia de leishmania mediante técnica de Elisa con cuantificación mediante fotómetro a 450 nm
2. Determinación de Urea, creatinina, proteinas totales y cociente albumina / globulina.

De todos es conocido que la Leishmaniosis canina cursa con hiperproteinemia debida a una hiperglobulinemia, hipoalbuminemia y azotemia.

Está demostrado, y así lo reflejan en un reciente artículo el departamento de Patologia clínica de la Universidad de Extremadura firmado por el Dr. Barrera y col., que el título de anticuerpos se correlaciona con el proteinograma, más concretamente con la concentración de de inmunoglobulinas, detectándose un hipergammaglobulinemia que desencadena una respuesta humoral intensa pero ineficaz.

La evaluación de la función renal del paciente es fundamental ya que sabemos que en fases avanzadas de la enfermedad se desarrolla una insuficiencia renal como consecuencia de una glomerulonefritis inmunomediada con nefritis intersticial y a veces amiloidosis.

La azotemia es uno de los parámetros sanguineos más característicos de la enfermedad. La determinación de los niveles de urea y creatinina en sangre tienen un importante valor pronóstico. El diagnóstico de una insuficiencia renal avanzada va acompañado de un mal pronóstico. En estos casos el empleo de medicamentos que originen nefrotoxicidad deben estar contraindicados.

Títulos considerados medio / altos, con insuficiencia renal manifiesta severa e hiperproteinemia, hemos de plantearnos que la probabilidad de éxito va a ser excasa. Si sometemos a estos animales a tratamiento debemos instaurar en primer lugar un control de la insuficiencia renal y si reducimos esta patologia podremos instaurar tratamientos leishmanicidas.

No voy a detenerme en el diagnóstico parasitológico de la enfermedad mediante la visualización directa del parásito en biopsias por aspiración de ganglios linfáticos, médula ósea o bazo. Este tradicional método de diagnóstico no nos aporta información adicional al diagnóstico clínico descrito y requiere cierta práctica tanto en la toma de muestras como en la identificación del parásito.

En los últimos años se han publicado un buen número de artículos y tesis sobre un tema fundamental que hasta ahora los clínicos hemos pasado un poco por alto, la inmunopatología de la enfermedad.

En los estudios epidemiológicos, entre los que incluyo mi tesis doctoral, hemos intentado buscar relaciones entre la incidencia de la enfermedad y patrones raciales, sexo, tipo de pelaje, aptitudes, sin llegar a establecer una relación significativa entre estos factores y su incidencia. Pero si eramos conscientes los clínicos de que la Leishmaniosis canina no cursaba de igual forma en todos nuestros pacientes, ni siquiera las mismas pautas de tratamiento eran igual de efectivas en distintos perros. Los conocimientos en la inmunopatología de la enfermedad nos estan desvelando misterios y doy por sentado que seran los responsables en la revolución terapeútica que se avecina.

Para un veterinario clínico es muy importante conocer esta parte de la patología de la enfermedad y no pasarla por alto. Debemos conocerla para entender como se está desarrollando la infección en nuestros pacientes, como esta evolucionando la respuesta terapeútica y explicar al propietario por que su perro responde o no al tratamiento.

Hasta hace unos años no se conocía mucho sobre la inmunopatología de la Leishmaniosis. Hoy sabemos que la variabilidad genética del perro es la que sustenta la respuesta inmunitaria determinando los distintos grados de susceptibilidad y resistencia frente a la infección por ese parásito. Los datos que se conocen sobre la patogénesis de la Leishmaniosis canina son todavia limitados y proceden en su mayoria de los análisis de infecciones naturales y reproducciones experimentales con la especie Leishmania infantum zimodema MON-1, por ser este la especie aislada más frecentemente en diferentes especies de hospedadores.

Asi Miralles y col en 1994, estudiando la infección por Leishmania major en ratones, demostraron que existían dos tipos de respuesta inmune:

· Un grupo de ratones BALB/c no lograban eliminar el parásito debido a una respuesta induccida por linfocitos T “helper” Th2, supresores, productores de interleucinas 4 y 10.

· En cambio los ratones genéticamente resistentes (C57BL/6, CBA) presentaban una respuesta celular muy activa basada en la producción de linfocitos T ”helper” Th1 con la producción de interferon gamma y otras infocinas inductoras de macrófagos.

Diferentes investigadores en la última decada, como Pinelli y col. 1994, Vouldoukis y col 1996 o Bourdoiseau y col. 1997, han extrapolado el modelo murino al modelo canino pudiendo encuadrar a los perros en dos grupos diferenciados:

a. Perros que podemos denominar “resistentes” a la infección: en los que predomina la respuesta celular tipo Th 1, que estimula la producción de interferon gamma, interleucina 2 y factores de necrosis tumoral TNF, potentes activadores de los macrófagos que van a neutralizar al parásito.

b. Perros “sensibles”: los cuales van a manifestar una respuesta mediada por linfocitos Th2, inductores de interleucinas 4 principalmente las cuales van a estimular la producción de linfocitos B que a su vez van a dar lugar a una hipergammaglobulinemia inespecífica con producción masiva de anticuerpos anti-leishmania no protectores y la formación de abundantes inmunocomplejos responsables de la amplia variedad de síntomas.

Esta variabilidad en la respuesta a la infección provoca que en focos endémicos el 40 – 50 % de los casos corresponden a formas patentes o sintomáticas, un 30 – 40 % pueden ser considerados como formas preclínicas de la enfermedad y entre un 10 y 30 % representan los verdaderos estados de resistencia canina con tendencia al control de la infección o autocuración.

Desde el punto de vista clínico, los perros suceptibles que como hemos dicho presentan una marcada respuesta de anticuerpos detectables por técnicas ELISA o westernblotting a las pocas semanas de infección apareciendo los sintomas clínicos tipicos de la enfermedad a los pocos meses junto con las alteraciones analíticas sanguineas. Las formas resistentes en las que predomina una respuesta celular, los sintomas de la enfermedad estan ausentes o si aparecen son mínimos o de muy lenta aparición, no manifestando alteraciones hematopoyéticas, hepáticas o renales, siendo los niveles de anticuerpos bajos.

Por otro lado una terapia efectiva de la enfermedad debe ir acompañada de una disminución significativa del nivel de anticuerpos que reflejara una muerte del parásito y eliminación de antígenos.

El estudio de estas bases inmunológicas y moleculares del hospedador y del parásito, han aportado conocimientos sobre los mecanismos de activación de los macrofagos en las respuestas celulares, asi sabemos que la acción sinergica de citoquinas originadas en las respuesta celular Th 1 como interferon gamma y factores de necrosis tumoral TNF sobre los macrofagos infectados, produce la activación de la enzima óxido nitrico sintetasa (NOS) que genera óxido nitrico (NO), responsable de la muerte intracelular de la Leishmania.

En estas formas fenotípicas distintas de perros, susceptibles y resistentes, la respuesta inmunitaria es la que va determinar el desarrollo de la enfermedad en el perro, las parasitosis agudas graves y letales o parasitosis más leves o incluso el no desarrollo de la enfermedad. La relación que establecen desde un principio el parásito y su hospedador se entiende como una batalla por la supervivencia del parásito, en la que las células hospedadoras, células fagociticas, y las células relacionadas con la respuesta inmunitaria, linfocitos, van a determinar no solo el grado de contención y muerte de la Leishmania sino las repercusiones patológicas que la inmunidad tiene sobre el propio organismo infectado con la formación de inmunocomplejos.

Como hemos señalado con anterioridad los aspectos diagnósticos, inmunopatológicos y de control de la enfermedad han experimentado importantes avances, pero en lo que respecta a la terapeútica de la Leishmaniosis canina no contamos con avances destacables que ayuden a los clínicos. Conocemos mejor la enfermedad, la diagnosticamos mejor pero no tenemos una arma eficaz para ofrecer tratamientos de garantia a nuestros pacientes y esto para un clínico es desesperante y dificil de explicar a nuestros clientes.

Las drogas que utilizamos para combatir al parásito son las mismas que las que teniamos hace 20 años, pero si que hemos aprendido a dosificarlas mejor y a combinar distintas drogas con un mayor efecto en el control de la enfermedad.

Pero antes de detenerme breves instantes en hablar de medicamentos y pautas de aplicación, quisiera reflexionar un poco y enlazar con la cita que señalabamos al principio de esta exposición de nuestros colegas argentinos. ¿Debemos tratar o no a los perros con Leishmaniosis?

Una cosa que no me enseñaron en la facultad es psicologia o como dicen nuestro “parientes” los médicos, técnicas de atención al paciente. Y es que nosotros tenemos dos pacientes, el que no habla y sufre y el que habla, paga y también sufre. La información al propietario es importantísima, tanto o más que el tratamiento que vayamos a instaurar.

Hemos de explicar que enfermedad tiene su perro, como cursa, como se contagia, que posibilidades de éxito o fracaso podemos tener y por supuesto que es una zoonosis pero explicándole el riesgo real de contagio que puede tener.

Hemos de conocer en que entorno familiar vive el animal infestado, si hay niños pequeños o enfermos inmunodeprimidos conviviendo con el perro. Tenemos que implicar al propietario en la decisión de tratar o no tratar, manifestando siempre que nos enfrentamos a una enfermedad que no se cura pero que se controla. No olvidemos el lema que nos acompaña desde que nos licenciamos: hygia pecuris, salut populis. No olvidemos que nuestro objetivo es la salud de nuestros pacientes sin poner en peligro la salud de nuestra especie.

Enfermedad que no se cura. Les puedo asegurar que en los 20 años que llevo enfrentándome a este parásito siempre me surge esta duda.

Siempre hemos estudiado que esta enfermedad se cura clínicamente pero no parasitológicamente. Pero ¿que pasa en aquellos perros en los que hemos conseguido una curación clínica y durante meses o incluso años el diagnóstico serológico nos da títulos negativos, es decir no detectamos anticuerpos anti-leishmania?.

Hace unos años en una reunión de trabajo organizada por Bayer con clínicos y expertos nacionales en Leishmania, este tema ocupó largas y sesudas discusiones.

¿Cómo podemos decir que el perro no esta curado si no presenta síntomatologia y da titulaciones serológicas negativas?
¿Por qué si este animal tras varios años de ser negatico presenta recidiva, esta no se debe a una reinfestación del perro y no a una exacerbación del proceso parasitario?

Hasta la fecha no he encontrado respuestas que me iluminen y me aclaren estas dudas. Pero como no puedo solucionar este tema, debo seguir los criterios que he aprendido y considerar que clínicamente estos animales se curan pero en algún lugar de su cuerpo el bichito sigue vivo y puede exacerbarse en cualquier momento apareciendo de nuevo la sintomatologia propia de la enfermedad. La conclusión que saco es que no se puede bajar la guardia y que tan importante es el protocolo de tratamiento a instaurar como el control periódico de los animales tratados.

Permitanme una pequeña licencia y recordar en este momento a un ser vivo que me ha acompañado durante años, que ha enseñado a andar a mis hijos y que les ha servido de juguete animado ayudándoles a desarrollar sus capacidades sociales. Tona era una perra Rottweiler a la que mi mujer y yo salvamos de una eutanasia tras un diagnóstico de Leishmaniosis. Mirándome con unos ojos indescriptibles no pude realizar la eutanasia que pedía su anterior dueño y se quedó a vivir con nosotros. Respondió fenomenal al tratamiento que le aplique y entenderan que los controles analíticos a los que la sometí fueron más que periódicos. En 11 años que vivió con nosotros tan solo tuvo una recidiva a los 5 años de su primer tratamiento, superándola satisfactoriamente. Pero lo que no pudo superar fueron las metastasis pulmonares y cardiacas de un fibrosarcoma mamario. Vaya para ella un cálido recuerdo para este ser adorable que siempre tendrá un lugar en el corazón de mi familia.

En el protocolo que tenemos instaurado en nuestra clínica, tras el diagnóstico de la enfermedad, 3 parámetros son los que consideramos antes de decidirnos por un tratamiento o no:

1. Titulo serológico
2. Funcionalidad renal y hepática
3. Condiciones sociales y de entorno del animal

Perros con titulaciones medio /alta, con insuficiencia renal manifiesta (determinada por niveles de Uremia superiores a 40 mg/l y Creatinina superior a 1,5 mg /l), no recomendamos su tratamiento a no ser que el propietario insista en intentar la salvación del animal.

Si el ambiente familiar en que vive el paciente es considerado de riesgo (convive con personas consideradas de riesgo, convive intimamente con el propietario, dentro de su casa, convive con otros animales sanos suceptibles de padecer la enfermedad) insistimos en la información del propietario e implicarle en la decisión de no tratar al animal.

Quiero señalar aquí los estudios realizados por los grupos de trabajo del Grupo de estudio de Leishmaniosis canina (G.S.L.C.) donde colaboran cientificos italianos y españoles. En Mayo de 2008 publicaron el estudio Leishmaniosis canina: línea guía sobre su diagnóstico, clasificación clínica, tratamiento, monitorización y prevención. Es interesante la clasificación basada en la sintomatología y las posibilidades de tratamiento, asi como los protocolos de tratamiento propuestos.

Una vez que junto con el propietario hemos decidido tratar al animal debemos elegir la pauta de tratamiento a emplear. En nuestro protocolo de tratamiento tres puntos consideramos fundamentales:

1. Tenemos que matar al bichito, hemos de eliminar el parásito y para ello tenemos que utilizar drogas leishmanicidas
2. Tenemos que impedir que el parásito de reproduzca y sea infectivo por lo que tenemos que utilizar medicamentos leishmaniostáticos.
3. Tenemos que potenciar el nivel de defensas del animal, potenciar su capacidad inmunológica y a falta de la ansiada vacuna contra leishmaniosis canina, hemos de utilizar lo que tenemos en el mercado y en la naturaleza para aumentar la inmunidad y las defensas de nuestros pacientes.

Hemos de concienciar al propietario y a nosotros mismos que no podemos olvidar que nuestro paciente se enfrenta a la Leishmaniosis y que los controles de la enfermedad deben ser periódicos y rutinarios, siendo este punto tan importante como su tratamiento

En cuanto a los tratamientos Leishmanicidas utilizamos, al igual que el 95 % de los clínicos españoles los antimoniales pentavalentes, en concreto el antimoniato de n-metilglucamina (Glucantime). Está sobradamente demostrada la eficacia de este compuesto en el bloqueo del metabolismo y muerte del parásito siendo por tanto el fármaco de primera elección para enfrentarnos a la Leishmania. En los últimos años si que se han variado pautas de tratamiento y sobre todo los estudios de su farmacocinética han demostrado que la via de administración más adecuada es la subcutanea repartiendo la dosis en dos inoculaciones diarias cada 12 horas. El uso de dosis superiores a 100 mg/kg/dia, por vias endovenosa o intramuscular, en periodos largos o incluso en días alternos provoca la ineficacia del tratamiento y lo que es más gravaso, la aparición de resistencias al medicamento. No olvidemos que esta droga puede tener importantes efectos secundarios debido a su toxicidad, pero hoy en dia no podemos prescindir de su uso.

Desde hace varios años el éxito del tratamiento con antimoniales radica en su combinación con análogos de las purinas o pirazolopirimidas (Alopurinol). Baneth y Shaw, 2002 y Noli, 2005 demostraron que la asociación de estos dos principios activos es sinérgica, observándose una mayor eficacia que permite administrar dosis inferiores durante menos tiempo, lo que favorece la tasa de curaciones y que las recidivas se presentan más tarde y más espaciadas en el tiempo.

Pero el Alopurinol, que no olvidemos que es una droga que carece de efecto leishmanicida tiene otra característica que no debemos olvidar los clínicos, su uso preventivo. Molina en 2002, en un estudio sobre la infectividad de perros sometidos a diferentes protocolos de tratamiento, concluyó que una vez finalizado un ciclo de tratamiento el uso de alopurinol durante los meses de transmisión de la enfermedad bastaría para impedir la transmisión al no ser infectivos los animales aun después de ser picados por los flebotomos. Este efecto está provocando la tendencia a utilizar esta droga durante largos periodos de tiempo e incluso hay clínicos que recomienda su uso de por vida, pero seran necesarios estudios de seguimiento de perros tratados con este principio activo para evaluar el momento en que se puede o se debe retirar del tratamiento.

Se describen un buen número de farmacos empleados en diferentes protocolos de tratamiento de la Leishmaniosis.

Antibióticos poliénicos como la Anfotericina B, empleado frecuentemente en medicina humana pero las particularidades de su aplicación, sus reacciones adversas, su nefrotoxicidad y su elevado coste, hacen que no sea un fármaco de elección en clínica veterinaria. Actualmente el uso de anfotericina en formas liposomadas mejora la efectividad y reduce los efectos secundarios, pero no evita las recaidas.

Antibióticos aminoglucosidos como la Paramomicina, aunque se desconoce su mecanismo de acción como leishmanicida, se ha comprobado que su empleo provoca mejoria clínica e incluso curación parasitológica con reducción significativa del número de anticuerpos, aunque para conseguirlo hay que emplear dosis altas con efectos secundarios graves. Oliva, Grandoni y col., en 1998, comprobaron que el uso combinado de esta droga y antimoniales pentavalentes mejoraba sensiblemente los signos clinicos y parasitológicos de los perros, siendo sensiblemente mayor esta mejoria que empleando estos farmacos de forma individual.

La Marbofloxacina es una fluoroquinolona de 3ª generación de uso veterinario que ha demostrado un efecto leishmanicida contra Leishmania infantum actividad relacionada con la produción de óxido nitroso de marcado efecto contra el parásito. Es muy interesante el estudio realizado por Vouldoukis y col. en 2006 sobre la efectividad de esta droga, llegando a la conclusión que las fluoroquinolonas tienen un importante efecto sobre las formas intracelulares de Leishmania, señalando asi mismo el efecto inmunomodulador in vitro de este compuesto que induce a la síntesis de interleucinas 2 e inhiben la sintesis de interleucinas 1. Estos efectos inmunomoduladores de este grupo de antibióticos requieren estudios clínicos más profundos y exahustivos pero abren una puerta al optimismo.

La aparición en el mercado de nuevos fármacos registrados en la lucha contra Leishmania como los alquilfosfolípidos, en concreto la Miltefosina, fármaco empleado en medicina humana como anticancerigeno y avalado por pruebas realizadas en la India en humanos afectados con Leishmaniosis, es prometedora pero seguimos con los efectos secundarios importantes achacables posiblemente a un desajuste en la dosis aplicada y a que la via de aplicación es la via oral. En 2007 Miro y col. realizaron un estudio comparando la efectividad de la combinación tradicional antimoniales/alopurinol con Miltefosina/alopurinol, encontrado en ambos grupos los mismos porcentajes de mejoria clínica y parasitológica tras 28 días de tratamiento.

Se han probado otras drogas contra en la lucha contra la Leishmaniosis canina, como los imidazoles como el ketoconazol o el metronidazol, pentamidinas, otros antibióticos como la espiromicina o la enrofloxacina, demostrando todos un relativo efecto leishmanicida pero importantes efectos secundarios.

Ninguno de los protocolos probados clínicamente hasta la fecha ha conseguido desplazar de la cabeza del ranking de la lucha contra la leishmaniosis canina a la asociación e antimoniales y alopurinol.

Pero no quisiera terminar de hablar de los tratamientos contra el bichito que nos acompaña esta tarde sin hablar de los fármacos que tienen efecto inmunomodular. Hemos reseñado anteriormente la importancia de la relación entre el parásito y el sistema inmunitario del hospedador y hemos remarcado que una respuesta inmunitaria correcta va influir en la aparición de animales que no desarrollen la enfermedad.

Si nos centramos en el sistema inmunitario, una respuesta inmunitaria celular acompañada de una activación de los macrófagos, la vamos a considerar como una inmunidad protectora. Diferentes drogas inmunoestimulantes se han probado en el tratamiento contra la Leishmaniosis canina como el levamisol, las citoquinas, la domperidona o los beta glucanos. Todos ellos tienen un efecto in vitro demostrado como potenciadores de la inmunidad celular, pero son muy escasos los trabajos que describan sus efectos y su dosificación. Si nos basamos en lo poco que conocemos de estas drogas y las pruebas que hemos realizado en nuestras clínicas siguiendo nuestra intuición y los intercambios de conocimientos en pasillos de congresos y al abrigo del correo electrónico, me atrevo a afirmar que este grupo de fármacos son un importante recurso terapeútico que junto con los protocolos tradicionales debe ayudar al clínico veterinario a mejorar los porcentajes de curación y el control de la enfermedad.

Debemos utilizar todos aquellos recursos que la ciencia y la naturaleza ponen a nuestro alcance por lo que no podemos obviar el empleo de estos potenciadores de la inmunidad celular mientras esperamos que la vacuna antileishmania esté a nuestro alcance.

Me van a permitir que no hable de la vacuna o de las vacunas antileishmania ya que como clínico no tengo a mi alcance datos relevantes sobre las mismas y seria un atrevimiento por mi parte dar una opinión sobre medicamentos que estan en fase de estudio.

Como hemos señalado anteriormente tan importante es el tratamiento como el control de la enfermedad. Los clínicos a veces nos centramos en demasia en aplicar drogas buscando una mejoria rápida del animal que contente a su dueño, pero nos olvidamos de dar un paso más y pasamos por alto la prevención de las recidivas y de la diseminación del parásito.

El control de la Leishmaniosis pasa por la reducción de la prevalencia de la enfermedad en el perro. El debate ante un perro enfermo siempre ha girado en torno a la disyuntiva de sacrificio o tratamiento. Recordemos a nuestros colegas argentinos que señalaba al principio de mi intervención.

La Organización Mundial de la Salud sigue recomendando el sacrificio de los perros infectados por Leishmania infantum, pero reconoce asi mismo la dificultad que entraña la implantación de esta medida en paises con una gran sensibilidad hacia los animales (WHO, 1990). Con excepción de la región occidental de China, donde parece haberse erradicado la enfermedad humana y canina aplicando sacrificio de animales seropositivos y rociamiento intradomiciliarios de insecticidas, en el resto de programas de control a gran escala donde se ha recurrido al sacrificio de animales infectados, los resultados han sido bastante pobres.

En Brasil, el incremento de la enfermedad es constante en los últimos 20 años, a pesar de la instauración de programas de control consistentes en el roziamiento con insecticidas residuales de más de 200.000 viviendas y el sacrificio de unos 20.000 perros seropositivos por año.

En la Isla de Elba (Italia) se combinó el tratamiento con el sacrifico y se consiguió reducir la incidencia en casi un 50 % en dos años.

De estos estudios se saca la conclusión que estas medidas serán más efectivas si se circunscriben a áreas geográficas reducidas y el sacrificio se centra en animales abandondos o vagabundos infectados. Hemos de señalar que un 25 % de la población canina española carece de control veterinario, lo que supone más de 1 millon de perros. Las perreras incontroladas, las rehalas donde abunda el hacinamiento y aunque sea objeto de polémicas, las perreras municipales o albergues de sociedad protectoras que carecen de control por falta de recursos, son un foco importantisimo de dispersión del parásito. En nuestra práctica clínica diaria hemos detecado perreras con más de un 80 % de seroprevalencia y donde la recomendación de eutanasiar a estos animales choque con violentos enfrentamientos entre los auto-denominados defensores de los derechos de los animales.

El control de la Leishmaniosis debe centrarse en los que respecta a los clínicos veterinarios, en:
· Un diagnóstico precoz y tratamiento de los perros infectados
· La recomendación de medidas preventivas encaminadas a romper el ciclo de transmisión del parásito, basadas estas en dos aspectos fundamentales:
o Empleo de insecticidas con efecto residual en ambientes domésticos y peridomésicos
o Aplicación de productos repelentes en los perros para reducir el número de picaduras.

La recomendación de la instauración de estas medidas no debe ser ajena al trabajo diario de los clínicos veterinarios.

Los insecticidas de elección para la lucha contra los flebotomos en ambientes domésticos y peridomésticos son la Permetrina y la Deltametrina. Pero como todos los piretroides, debemos saber que son fotosensibles y termosensibles, por lo que su aplicación debe realizarse con corta periodicidad y dirigirse a paredes, quicios de puertas, grietas de paredes y ventanas, barbacanas, perreras, gallineros, agujeros, registros de cañerias, troncos de arboles, etc. Esta medida de control correctamente aplicada, han demostrado su eficacia reduciendo drásticamente las picaduras de mosquitos en pequeñas colectividades, residencias caninas, criaderos, chalet, casas rurales, etc. Su aplicación a gran escala en zonas residenciales, jardines, supondria una gran ayuda a la disminución de la prevalencia del parásito.

Distintas plantas presenta cierta acción repelente contra los mosquitos. Así el uso de la Albahaca, la Citronella, el jazmin de olor, la Catalpa, la Maravilla o la Higuerilla en jardines y ventanas puede ayudarnos al control de los vectores. En este sentido científicos del centro Nacional de Recursos Genéticos Vegetales (NBPGR) de la India, han demostrado la existencia de características para repeler a los mosquitos en el geranio Almoria.

En los últimos años han aparecido en el mercado diferentes productos de aplicación tópica en los perros encaminados a la interceptación de la picadura de los flebotomos. Estos productos en forma de lociones, collares impregnados, pulverizaciones o pipetas spot-on, han demostrado su eficacia en distintos estudios de campo. La combinación de Permetrina, un piretroide sintético, combinados con Piriproxifeno, inhibidor del crecimiento de insectos, o con Imidacloprid, insecticida nicotinoide, en aplicaciones periódicas cada 3 – 4 semanas, provocan un doble efecto como repelente e insecticida frente a los principales flebotomos transmisores del parásito en nuestro pais como Ph. Perniciosus y Ph. Papatasi (Miró, 2006).

Como conclusiones finales a lo expuesto esta tarde, desearia recalcar que:

1. El diagnóstico precoz de la enfermedad utilizando las técnicas disponibles en el mercado dene ser instaurado como protocolo de rutina en las pruebas laboratoriales de nuestras clínicas, sin olvidar el elevado porcentaje de animales infectados asintomáticos. Los diagnósticos parasitológicos de la enfermedad deben ir acompañado de pruebas complementarias encaminadas a una valoración clinica exhaustiva que determinará el pronóstico del tratamiento a instaurar.

2. La aplicación de protocolos terapeúticos unificados y coherentes con las investigaciones recientes, es imprescindible para evitar la aparición de resistencias. El empleo de medicamentos inmunomoduladores potenciadores de una inmunidad celular, junto con otros tratamientos coadyuvantes encaminados a controlar la insuficiencia renal, las dermatitis, etc, deben ir encaminados a mejorar la respuesta protectora de los perros y por consiguiente mejorar la calidad de nuestros tratamientos y la calidad de vida de nuestros pacientes.

3. El seguimiento de los animales enfermos ha de ser lo más estricto posible. Debemos recalcar a los propietarios la importancia de realizar controles periódicos, trimestrales al principio y posteriormente semestrales.

4. El empleo de insecticidas con demostrada acción repelente resulta imprescindible en el control de la enfermedad, sobre todo durante el periodo de actividad de los flebotomos que se centra en nuestra zona entre los meses de Marzo y Octubre.

5. La información correcta al propietario recalcando que estamos ante un problema de salud pública y que su implicación es fundamental para desarrollo correcto de un plan terapeútico eficaz. El control drástico de colectividades como las rehalas, perreras, criaderos y animales vagabundos se hace imprescindible para la disminución de la prevalencia de la enfermedad.

Por último quisiera hacer mia la reflexión final de los Dres. Guadalupe Miró y Ricardo Molina en su estudio sobre el “manejo clínico y situación de la Leishmaniosis en España”:

“es por tanto hora de unificar criterios y, aunque todos sabemos que en la leishmaniosis canina hay que individualizar cada caso, nos atreveriamos a sugerir a todos los clínicos veterinarios que manejan casos en zonas endémicas que racionalicen sus protocolos, lo que nos permitirá comparar los resultados obtenidos y practicar una medicina veterinaria clínica basada en la evidencia. Y sobre todo, que esta unidad de criterio sirva para transmitir un grado mayor de responsabilidad y coherencia en el manejo de esta compleja zoonosis, lo que redundará sin lugar a dudas en adquirir una mayor credibilidad entre los propietarios de los perros”.

Gracias a todos por su atención.

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